18. jun., 2022
Uno de los retos que me marqué al finalizar "La boca de los cien besos" fue ir a Barcelona a presentarla. Parte de la obra tiene esta ciudad como escenario. Nuestra Babi decide ir a Barcelona con el objetivo de reinventarse y buscar su propia identidad. "Eso que ustedes los jóvenes llaman ahora integrarse, mija, no es más que resignarse y aprender a estar jodidamente feliz donde uno se ve obligado a vivir. Así que Babi, si te marchas a Barcelona tienes mi bendición y mi apoyo, pero si te vas, que sea para vivir, no más". Barcelona será el lugar donde Babi logre unir todas las piezas de su propio rompecabezas. Así que decidí ir tras Babi.
En esta aventura no he estado sola, sino que tuve la enorme suerte de conocer a Rafael Corral, presidente de la Casa de Ceuta en Barcelona. Él hizo que mi fugaz viaje se llenara de sentido. Hablamos, nos conocimos y tuve el honor de que me presentara ante los asistentes. Me sentí profundamente acompañada y atentamente escuchada. Cada palabra, cada lectura, cada imagen fue acogida con respeto y cariño. Luego estuvimos conversando. Todos tienen todavía una ligazón con la ciudad de Ceuta. Viven en Barcelona, donde llegaron para recomenzar una vida nueva, y desde la distancia continúan tejiendo un hilo fuerte que los mantiene unidos a su ciudad, como un cabo invisible que se alarga por el mar, desde el norte hasta el sur, y que fortalecen a base de visitas, llamadas, contactos y recuerdos. Cuando terminé yo, comenzaron ellos. Fue entonces el turno de compartir ideas, libros, deseos de éxito, anécdotas, nombres que quedaron en Ceuta, recuerdos que viajaron con ellos a Barcelona, experiencias de vida ... Los escuché con admiración y sin darme cuenta quedé enganchada a ese mismo cabo que nos ataba a las dos ciudades. Fue una tarde en la que me sentí rodeada de cariño, de palabras y risas frescas.
Babi, esa gran mujer de nuestra novela acertó viajando a Barcelona y, sin duda, yo también.